miércoles, 30 de junio de 2010

CÓMO CONCILIAR LA CIENCIA CON LA RELIGION


“La ciencia y la religión ya no se consideran incompatibles.” (The Daily Telegraph, Londres, 26 de mayo de 1999.)

TANTO la ciencia como la religión, en sus formas más nobles, buscan la verdad. La ciencia descubre un mundo en magnífico orden, un universo con claros indicios de haber sido diseñado por un ser inteligente. La religión verdadera da sentido a esos descubrimientos al enseñar que, tras el diseño que se advierte en el mundo físico, está la mente del Creador.

“La religión me ayuda muchísimo a comprender y valorar la ciencia”, dice el biólogo molecular Francis Collins. Y añade: “Cuando descubro algo sobre el genoma humano y entonces recapacito sobre el misterio de la vida, me invade un sentimiento de asombro, admiración y respeto reverencial. Me digo: ‘¡Qué maravilla! ¡Solo Dios lo sabía de antemano!’. Es una sensación sumamente hermosa y conmovedora que me motiva a apreciar a Dios y que hace que la ciencia me resulte aún más gratificante”.

¿Qué puede ayudarnos a conciliar la ciencia con la religión?


Una búsqueda interminable
Aceptemos los límites. La búsqueda de respuestas acerca del universo, el espacio y el tiempo infinitos parece no acabar nunca. El biólogo Lewis Thomas señaló: “Este proceso no tendrá fin, siendo como somos una especie de insaciable curiosidad, siempre explorando, observando cuanto nos rodea e intentando comprender las cosas. Nunca resolveremos el enigma. No me imagino un punto final en el que todo el mundo suspire aliviado y diga: ‘Por fin lo comprendo todo’. Siempre habrá algo que se nos escape”.

Tocante a la religión verdadera, la búsqueda de conocimiento también es interminable. Pablo, uno de los escritores de la Biblia, afirmó: “Ahora no vemos más que reflejos en un espejo que no nos dejan más que enigmas por resolver [...]. Ahora conozco sólo en parte” (1 Corintios 13:12, Barclay).

No obstante, el conocimiento parcial o la falta de respuestas tanto en el campo científico como en el religioso no impiden que lleguemos a conclusiones lógicas basadas en los hechos establecidos. No necesitamos saber los detalles sobre el origen del Sol para estar absolutamente seguros de que va a salir mañana.


Permitamos que hablen los hechos. Al buscar respuestas, debemos dejarnos guiar por principios sólidos. A no ser que nos atengamos a hechos cuya veracidad ha sido demostrada fuera de toda duda, pudiéramos extraviarnos fácilmente en nuestra búsqueda de la verdad científica y religiosa. Siendo realistas, nadie puede examinar todo el conjunto de las pruebas e ideas científicas, que en la actualidad llenan enormes bibliotecas. Sin embargo, la Biblia recoge enseñanzas espirituales de un modo que resultan fáciles de investigar. Además, los hechos apoyan su veracidad.*

Sin embargo, respecto al conocimiento en general, tanto en lo que a la ciencia como a la religión se refiere, hay que realizar un esfuerzo concienzudo para distinguir entre los hechos y las especulaciones, entre la verdad y el engaño. Como aconsejó el escritor bíblico Pablo, es necesario rechazar “las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’” (1 Timoteo 6:20). Para conciliar la ciencia con la Biblia, debemos permitir que los hechos hablen por sí mismos, es decir, evitar las conjeturas y las especulaciones, y examinar cómo los hechos se apoyan y complementan mutuamente.

Por ejemplo, si tenemos presente que en la Biblia la palabra día se emplea para referirse a diferentes períodos de tiempo, nos daremos cuenta de que el relato de los seis días creativos recogido en Génesis no contradice necesariamente la aseveración científica de que la edad de la Tierra es de cuatro mil quinientos millones de años. Según la Biblia, este planeta ya existía antes de que comenzaran los días creativos, aunque no especifica cuánto tiempo antes (véase el recuadro “¿Fueron los días creativos períodos de veinticuatro horas?”). Incluso si la opinión científica cambiara e indicara que la antigüedad de la Tierra no es la mencionada, lo que dicen las Escrituras seguiría siendo cierto. En vez de contradecir la Biblia, en este y muchos otros casos, la ciencia proporciona en realidad un gran caudal de información suplementaria sobre el mundo físico tanto del presente como del pasado.

¿Fueron los días creativos
períodos de veinticuatro horas?
Algunos fundamentalistas protestantes sostienen que la historia prehumana se explica mediante el creacionismo, y no la evolución. Afirman que el mundo físico fue creado en tan solo seis días de veinticuatro horas, hace de seis mil a diez mil años. Sin embargo, tales afirmaciones promueven una enseñanza que no es bíblica, lo cual ha hecho que muchas personas se burlen de la Biblia.

Ahora bien, cuando aparece en las Escrituras la palabra día, ¿designa esta siempre un período de veinticuatro horas literales? En Génesis 2:4 se habla del “día que Jehová Dios hizo tierra y cielo”. Este día incluye los seis días creativos mencionados en el capítulo 1 de Génesis. Según el uso que recibe esta palabra en la Biblia, un día es un espacio de tiempo determinado, que puede ser de mil o de muchos miles de años. Los días creativos a los que se refieren las Escrituras quizá duraron miles de años cada uno. Además, la Tierra ya existía antes de que comenzaran los días creativos (Génesis 1:1). Por consiguiente, tanto el relato bíblico como la ciencia verdadera concuerdan en este punto (2 Pedro 3:8).

Respecto a la afirmación de que los días creativos fueron períodos de solo veinticuatro horas, el biólogo molecular Francis Collins comenta: “El creacionismo ha hecho más daño a la concepción seria de la fe que cualquier suceso de la historia moderna”.

Una búsqueda interminable
Aceptemos los límites. La búsqueda de respuestas acerca del universo, el espacio y el tiempo infinitos parece no acabar nunca. El biólogo Lewis Thomas señaló: “Este proceso no tendrá fin, siendo como somos una especie de insaciable curiosidad, siempre explorando, observando cuanto nos rodea e intentando comprender las cosas. Nunca resolveremos el enigma. No me imagino un punto final en el que todo el mundo suspire aliviado y diga: ‘Por fin lo comprendo todo’. Siempre habrá algo que se nos escape”.

Tocante a la religión verdadera, la búsqueda de conocimiento también es interminable. Pablo, uno de los escritores de la Biblia, afirmó: “Ahora no vemos más que reflejos en un espejo que no nos dejan más que enigmas por resolver [...]. Ahora conozco sólo en parte” (1 Corintios 13:12, Barclay).

No obstante, el conocimiento parcial o la falta de respuestas tanto en el campo científico como en el religioso no impiden que lleguemos a conclusiones lógicas basadas en los hechos establecidos. No necesitamos saber los detalles sobre el origen del Sol para estar absolutamente seguros de que va a salir mañana.

Permitamos que hablen los hechos. Al buscar respuestas, debemos dejarnos guiar por principios sólidos. A no ser que nos atengamos a hechos cuya veracidad ha sido demostrada fuera de toda duda, pudiéramos extraviarnos fácilmente en nuestra búsqueda de la verdad científica y religiosa. Siendo realistas, nadie puede examinar todo el conjunto de las pruebas e ideas científicas, que en la actualidad llenan enormes bibliotecas. Sin embargo, la Biblia recoge enseñanzas espirituales de un modo que resultan fáciles de investigar. Además, los hechos apoyan su veracidad.*

Sin embargo, respecto al conocimiento en general, tanto en lo que a la ciencia como a la religión se refiere, hay que realizar un esfuerzo concienzudo para distinguir entre los hechos y las especulaciones, entre la verdad y el engaño. Como aconsejó el escritor bíblico Pablo, es necesario rechazar “las contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’” (1 Timoteo 6:20). Para conciliar la ciencia con la Biblia, debemos permitir que los hechos hablen por sí mismos, es decir, evitar las conjeturas y las especulaciones, y examinar cómo los hechos se apoyan y complementan mutuamente.

Por ejemplo, si tenemos presente que en la Biblia la palabra día se emplea para referirse a diferentes períodos de tiempo, nos daremos cuenta de que el relato de los seis días creativos recogido en Génesis no contradice necesariamente la aseveración científica de que la edad de la Tierra es de cuatro mil quinientos millones de años. Según la Biblia, este planeta ya existía antes de que comenzaran los días creativos, aunque no especifica cuánto tiempo antes (véase el recuadro “¿Fueron los días creativos períodos de veinticuatro horas?”). Incluso si la opinión científica cambiara e indicara que la antigüedad de la Tierra no es la mencionada, lo que dicen las Escrituras seguiría siendo cierto. En vez de contradecir la Biblia, en este y muchos otros casos, la ciencia proporciona en realidad un gran caudal de información suplementaria sobre el mundo físico tanto del presente como del pasado.

¿Fueron los días creativos
períodos de veinticuatro horas?
Algunos fundamentalistas protestantes sostienen que la historia prehumana se explica mediante el creacionismo, y no la evolución. Afirman que el mundo físico fue creado en tan solo seis días de veinticuatro horas, hace de seis mil a diez mil años. Sin embargo, tales afirmaciones promueven una enseñanza que no es bíblica, lo cual ha hecho que muchas personas se burlen de la Biblia.

Ahora bien, cuando aparece en las Escrituras la palabra día, ¿designa esta siempre un período de veinticuatro horas literales? En Génesis 2:4 se habla del “día que Jehová Dios hizo tierra y cielo”. Este día incluye los seis días creativos mencionados en el capítulo 1 de Génesis. Según el uso que recibe esta palabra en la Biblia, un día es un espacio de tiempo determinado, que puede ser de mil o de muchos miles de años. Los días creativos a los que se refieren las Escrituras quizá duraron miles de años cada uno. Además, la Tierra ya existía antes de que comenzaran los días creativos (Génesis 1:1). Por consiguiente, tanto el relato bíblico como la ciencia verdadera concuerdan en este punto (2 Pedro 3:8).

Respecto a la afirmación de que los días creativos fueron períodos de solo veinticuatro horas, el biólogo molecular Francis Collins comenta: “El creacionismo ha hecho más daño a la concepción seria de la fe que cualquier suceso de la historia moderna”.


Fe, no credulidad. La Biblia nos brinda conocimiento de Dios y sus propósitos, el cual no se encuentra en ninguna otra parte. ¿Por qué debemos confiar en la Biblia? Ella misma nos invita a comprobar su exactitud. Piense en su utilidad, en su autenticidad histórica, en su honradez y en la franqueza de sus escritores. Al investigar la exactitud de las Escrituras, por ejemplo, las declaraciones de naturaleza científica que contienen o, aún mejor, los cientos de profecías que se han cumplido infaliblemente a lo largo de los siglos hasta nuestros días, es posible tener fe firme en ella como la Palabra de Dios. La fe en la Biblia no es credulidad, sino confianza en la exactitud de su contenido, una confianza basada en hechos.

Respetemos la ciencia; reconozcamos el valor de la religión. Los testigos de Jehová invitan a las personas de mentalidad abierta, sea que tengan inclinaciones científicas o religiosas, a buscar sinceramente la verdad en ambos campos. En sus congregaciones, los Testigos fomentan un sano respeto por la ciencia y las conclusiones científicas que han sido probadas. Asimismo tienen el pleno convencimiento de que la verdad religiosa solo se halla en la Biblia, la cual, respaldada por abundantes pruebas, afirma francamente que es la Palabra de Dios. El apóstol Pablo señaló: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13).

Claro está, al igual que ha sucedido con la ciencia, también se han infiltrado en la religión mentiras y prácticas perjudiciales, de modo que existen la religión verdadera y la falsa. Por esta razón, muchas personas han dejado las religiones tradicionales y se han convertido en miembros de la congregación cristiana de los testigos de Jehová. Dichas personas se han desilusionado con sus anteriores religiones, ya que estas se aferran a tradiciones y mitos humanos en vez de aceptar la verdad revelada.

Sin embargo, los cristianos verdaderos le encuentran auténtico significado a la vida; significado basado en un conocimiento profundo del Creador —tal como se le revela en la Biblia— y de su propósito expreso respecto a nosotros, los seres humanos, y el planeta en el que vivimos. Los testigos de Jehová hallan satisfactorias las respuestas razonables que da la Biblia a preguntas como por qué estamos aquí y adónde nos dirigimos. Con mucho gusto compartirán con usted dicha información.

martes, 29 de junio de 2010

Muere "Theodore Jaracz" Quien era miembro del cuerpo gobernante




La Sociedad Watchtower ha editado un folleto en memoria de Theodore Jaracz, fallecido recientemente, y de momento, de uso exclusivo en EEUU, como comunicado de prensa.
Este folleto explica las facetas mas notorias de la vida de este miembro del cuerpo gobernante durante decenas de años al servicio de Jehova y la organizacion terrestre.
Este hombre es conocido por se celo teocratico, sobre todo contra la apostasia en las congregaciones de los testigos cristianos de Jehova.
Los cristianos no servimos a hombres , idolatrandolos, ni elevando su reputacion sobre Jehova y Jesucristo. Pero es de bien nacidos, reconocer los meritos de quien los tiene. Pablo ya vio como algunos se excedian formando "sectas internas", unos de Pablo, otros de Apolos, otros de Cefas, otros de otros ancianos. Ningun miembro del cuerpo gobernante ha muerto por nosotros como Jesucristo.
Conocemos la opinion de los opositores, sobre todo los salidos de entre nosotros mismos, de la tendencia human a de los TcJ a "idolatrar" al cuerpo gobernante, como los jovenes idolatran a sus estrellas de la musica y cine. Ningun cristiano esta libre de esa tentacion. El propio Juan se vio arrastrado a mostrar reverencia idolatrica al angel que hablo con él y este le reprendio por dos veces.
Los TcJ maduros, son equilibrados en su aprecio y admiracion , sin excesos idolatricos. No tenemos "santos" como Babilonia, a los que idolatramos ni de hecho, ni de pensamiento.
En ningun sitio de la Biblia aparece mencion alguna a la muerte de los apostoles, dandonos indicacion de que debemos evitar centrarnos en los individuos y dar mas enfasis en el futuro que Jehova extiende por delante al difunto, con la resurreccion.

Agradecimientos a: LA DEFENSA VIRTUAL DE LA VERDAD--TESTIGOS DE JEHOVA

lunes, 28 de junio de 2010

¿PARA QUÉ UTILIZÓ DIOS EL ESPÍRITU SANTO?


¿PARA QUÉ UTILIZÓ DIOS EL ESPÍRITU SANTO?
Para crear la Tierra y el resto del universo. “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”, exclamó el salmista. “Si envías tu espíritu, son cread[a]s.” (Salmo 104:24, 30; Génesis 1:2; Job 33:4.)


Para inspirar a los escritores de la Biblia. El apóstol Pablo escribió: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa” (2 Timoteo 3:16). La palabra griega que aquí se traduce “inspirada de Dios” significa literalmente “insuflada por Dios” o “soplada por Dios”. Con su aliento, o espíritu, Jehová guió los pensamientos de los escritores bíblicos para que transmitieran “la palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13).

Para que sus siervos pudieran predecir con exactitud el futuro. “Ninguna profecía de la Escritura proviene de interpretación privada alguna —explicó el apóstol Pedro—. Porque la profecía no fue traída en ningún tiempo por la voluntad del hombre, sino que hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo.” (2 Pedro 1:20, 21; Joel 2:28.)


Para que Jesús y otros siervos fieles pudieran predicar las buenas noticias del Reino de Dios y realizar milagros. “El espíritu de Jehová está sobre mí —dijo Jesús—, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos.” (Lucas 4:18; Mateo 12:28.)


Esta claro pues, que no puede ser una persona.

sábado, 26 de junio de 2010

¿Conoce a Dios por su nombre?


¿Cómo se llama Dios? Ya que los seres humanos —y hasta muchas mascotas— tienen nombre, ¿no cabría esperar lo mismo en el caso del Creador? Y dado que el empleo de nombres propios resulta esencial en las relaciones interpersonales, ¿será diferente en el trato con el Altísimo? Pues bien, por irónico que parezca, millones de personas que afirman creer en el Dios de la Biblia no emplean Su nombre propio, a pesar de ser conocido desde hace siglos. En este reportaje veremos que en algunas épocas fue ampliamente utilizado. Y, aún más importante, examinaremos lo que dicen las Escrituras acerca de conocer al Ser Supremo por su nombre.

DURANTE el siglo XVII, varios países de Europa acuñaron monedas donde aparecía el nombre de Dios. Por ejemplo, una pieza alemana del año 1634 lo exhibía con la forma “Iehova” (Jehová). Tales monedas, que llegaron a conocerse popularmente como táleros de Jehová, estuvieron en circulación a lo largo de décadas.

Jehová es una forma del nombre divino reconocida por siglos. En hebreo, lengua que se escribe de derecha a izquierda, se representa con cuatro consonantes, , las cuales corresponden a nuestras letras YHWH y se conocen como el Tetragrámaton. El nombre divino también apareció por decenios de esta manera en las monedas europeas.

Dicho nombre está presente también en edificios, monumentos y otras obras de arte, e incluso en himnarios religiosos. Según la obra de consulta alemana Brockhaus Enzyklopädie, en cierto período los príncipes protestantes solían llevar una insignia en la que figuraban una representación convencional del Sol y el Tetragrámaton. Dicho símbolo, incluido también en banderas y monedas, era conocido como la insignia Jehová-Sol. Es patente que los devotos europeos de los siglos XVII y XVIII sabían que el Altísimo tiene nombre y, lo que es más importante, no les daba miedo usarlo.

El nombre divino tampoco resultaba misterioso en la América colonial. Pongamos por caso al revolucionario estadounidense Ethan Allen. Según indican sus memorias, en 1775 instó a sus enemigos a rendirse “en nombre del Gran Jehová”. Posteriormente, el nombre Jehová se menciona con frecuencia en la correspondencia que mantuvieron con el presidente Abraham Lincoln varios de sus asesores. En muchas bibliotecas es posible consultar otros documentos históricos de Estados Unidos que contienen el nombre de Dios. Los ejemplos anteriores tan solo son una pequeña muestra de la importancia que ha recibido dicho nombre a lo largo de los siglos.

¿Qué puede decirse de la situación actual? ¿Ha caído el nombre divino en el olvido? De ningún modo. Hay bastantes traducciones bíblicas que lo contienen en muchos versículos. Basta con realizar una breve visita a una biblioteca o consultar algún diccionario que poseamos para constatar que el vocablo goza de amplia aceptación como equivalente vernáculo del Tetragrámaton. Por ejemplo, el Diccionario de la lengua española define explícitamente “Jehová” de esta manera: “Nombre de Dios en la lengua hebrea”. Y una reciente edición de The New Encyclopædia Britannica lo califica de “nombre judeocristiano de Dios”.

“Pero —quizás replique el lector—, ¿tiene alguna relevancia el nombre divino en el mundo actual?” Es cierto que aparece en diversas formas en muchos lugares públicos. Por mencionar algunos, en la ciudad de Nueva York se encuentra grabado en la piedra angular de un edificio y también se representa en hebreo en un colorido mosaico de una estación de metro. No obstante, es casi seguro que de los miles de personas que transitan por allí, solo un puñado le concede alguna importancia a dichas inscripciones.

¿Es importante el nombre divino en la zona del mundo donde usted vive, o es común referirse al Creador como “Dios”, utilizando este título como si fuera su verdadero nombre? Probablemente haya notado que muchos ni siquiera se paran a pensar si el Altísimo tiene nombre o no. ¿Qué hay de usted? ¿Se siente cómodo dirigiéndose a Dios por su nombre propio, Jehová?

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